
El sonido es esencial en una película, llegando a rivalizar en importancia con la imagen. La consciencia de lo auditivo en el ser humano es constante y poderosa. El estilo que se marque en el arranque, como ocurre con la estética visual, va a definir el tono y forma en que se escuche la película. Así se aceptará casi cualquier cosa si se ha presentado al principio con ese lenguaje, con esas reglas de juego.
Para ello se debe construir un mundo sonoro que el espectador termine de interpretar. Se han de encontrar claves sonoras; sonidos concretos que aludan, refuercen y sugieran. Esta búsqueda debe poseer intencionalidad, debe estar jerarquizada según unas prioridades. Que el sonido cuente, que tenga peso todo el rato.

Romper con la dictadura de la sincronía es un primer paso y un ejercicio perfecto para esta toma de conciencia auditiva. Ver lo mismo que se escucha es una reiteración que no amplía nada… a no ser que sea ese el efecto buscado. En cualquier caso suele ser mejor que el sonido juzgue a que enfatice.
Como parece funcionar en cualquier construcción, todo comienza con una pregunta; ¿Qué quiero conseguir? Que a su vez se desparrama en cientos de preguntas (¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo se ha hecho? ¿Qué elementos podrían funcionar? ¿Qué se me escapa?...) En una palabra lo que se hace es “conceptualizar”. Buscar la sensación, definirla, diseccionarla y apresarla. Tomar decisiones y dejar fuera muchas cosas, esa es la dificultad.
1 comentario:
Ayer hablaba con un amigo precisamente de este tema, puso el siguiente ejemplo: En Toro Salvaje hay sonidos reales de animales insertados justo en los golpes más duros de los combates. Potencian el efecto sobre el espectador, y este ni se da cuenta. Ver una peli de terror sin sonido es perder el miedo.
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