Resumen:
David Lodge nos introduce, como
escritor y maestro, en el mundo de la creación de novelas a través de
fragmentos de la literatura anglosajona más representativa de las últimas
centurias. Todo arte requiere una técnica, un refinamiento basado en gran
parte, en la experiencia que se torna maestría con el paso del tiempo. No trata
de establecer una sistemática exposición y análisis de la concepción literaria,
sino que se sirve del sentido común para ir profundizando en aquellos conceptos
que destacan por su trascendencia a la hora de enriquecer y forjar el cuerpo de
la novela.
Lodge no se limita al mero ejercicio de presentador, sino
que, como narrador y practicante habitual del ejercicio escrito, presenta a lo
largo de todo el libro, su peculiar narrativa; ameno, sin duda ágil, matiza con
humor y sarcasmo los puntos que resultan incómodos para los más timoratos.
Combina la distensión descriptiva más palpable, con la tensión humorística que
concluye con la excepción, la anécdota y en ocasiones, con la carcajada. El
texto corre fugaz bajo la mirada de un lector, que lejos de creer estar delante
de una introducción al análisis y estructuras, se entretiene como si de una
novela se tratase. El libro en sí, utiliza muchos de los recursos que analiza y
con ello otorga la vuelta de tuerca esencial que hace del texto, una obra
propia del arte de la ficción.
Resulta sorprendente la facilidad con que, a cada inicio de
capítulo entramos en el mundo narrativo que cada fragmento nos presenta. La
sugerencia de lo que no sabemos, se nos presenta como un universo de
posibilidades, de descubrimiento donde los hombres se desarrollan como ejemplos
y advertencias de lo increíble y lo horrendo .El texto nos estimula a seguir
leyendo pues, ante todo, este libro se nos presenta como la publicidad perfecta
para todo género escrito.
Siempre inicia cada capítulo, con textos que descubren
ideas, que son sentimientos y sensaciones, siempre teñidas con el tapiz de los
estilos, sutiles, difíciles de determinar en su esencia, a penas perceptibles,
que va desflorando suavemente, analizando lo necesario y no rasgando la fina
capa intangible que los mantiene eternos.
Que se guíe por la intuición en el momento de exponer, no
implica que el desorden este presente en su discurso, todo lo contrario.
Afortunadamente Lodge está condicionado por su labor dogmática y aleccionadora.
Su método es simple pero efectivo, es decir; presenta, plantea, expone, razona
y concluye, dejando las cosas claras hasta donde permite la solidez de lo
legitimado por el consenso subjetivo y los funcionamientos estructurales.
En ocasiones la norma es tan evidente, por ser habitual, que
solo los casos excepcionalmente raros pueden mostrar el cómo y el porqué de
estos elementos. Es, en efecto, la excepción de toda norma, que funciona para
casos contados y con fines definidos y limitados por su propia disposición e
intenciones.
Es interesante, por ejemplo, el tratamiento y el sentido que
las localizaciones aportan a la narración. En ocasiones, los escenarios llegan
a ser los auténticos protagonistas, incluso adquiriendo, como en el caso de las
ciudades, la humanidad, en gran parte extraída de los individuos.
En algún sentido, Lodge, pretende educar la sensibilidad
literaria del lector y para ello acude a los grandes clásicos de su lengua
natural, adentrándose en los mecanismos de lo narrativo, descubriendo la
sutileza de las palabras, educándonos en definitiva, a base de lecturas que
formen nuestro carácter. Así, también nos introduce en el juicio de lo escrito,
acentuando la capacidad de crítica y análisis de lo novelesco, pues con cada
texto y cada título nos invita a descubrir la clave, de lo que va a exponer y
desarrollar.
El despliegue de las técnicas narrativas, deshace la ilusión
ficticia, y nos muestra, la mano que perfilaba los personajes, las tramas y los
ambientes, desvelándonos no solo la pluma, sino, la mente que daba vida a la
novela con cada palabra. Nos asoma a la inmensidad que supone una hoja en
blanco y las distintas formas de afrontarlo, la creación en síntesis de una
indagación o construcción previa, el salto al vacío que supone comenzar sin
apenas notas y apuntes, o la simple plasmación de toda una novela cuando ya
está instituida íntegramente en la mente del escritor.
Me extrañaría el lector,
que no hubiera pensado en querer leer o releer alguno de los libros de los que
extrae los ejemplos, lo que nos da una idea de la capacidad de Lodge para
atraernos hacia su sugerente mundo de literatura.
Lodge es un gran orientador que nos arrebata el miedo a la
inmensidad de la oferta intelectual que se nos presenta, deshaciendo los
acertijos de las precisas maquinarias de relojería que son las grandes novelas.
Muchos de los temas que trata en cada capítulo, requerirían
probablemente libros enteros, que sintetizados en sus columnas más
sustentantes, nos aleccionan, instruyen y acercan a los dilemas básicos del
escritor. Por ello, no intenta dar por concluido ninguno de los temas que toca,
no los cierra; simplemente, propone pautas de acercamiento al género, que en su
opinión pueden seguir potenciando nuestro interés por la literatura.
Dado su origen como columna literaria, es en gran medida, un
libro para hojear, para buscar si se prefiere, una opinión fundamentada a cerca
de alguna técnica concreta, o como guía de lectura para todo aquel que carezca
de la curiosidad como mentor.
Como dice el propio autor, una novela es un Gestalt, es
decir un modelo de percepción que debe ser admirado en conjunto, pero cuyas
partes pueden comprenderse fuera de la síntesis que los integran, es decir, sin
que pierdan sentido. Y eso es precisamente lo que hace Lodge mostrándonos,
tanto lo minúsculo como lo global y haciéndonos ver las relaciones de lo
individual con lo colectivo, cada uno con su belleza particular.
Apartado que más ha interesado:
Resulta complicado seleccionar un solo apartado dentro de la
amplia gama de temas que trata, especialmente entre aquellos que son
particularmente esclarecedores, u otros en los que su enfoque peculiar y su
trato ágil nos resultan más gratificantes.
Citar únicamente dos capítulos que son necesariamente
interesantes; el del surrealismo y el de el sentido del lugar, aunque en ambos,
más que un interés por el análisis y desarrollo del tema en cuestión, los
prefiero por la selección de los fragmentos representativos de cada bloque,
respecto a lo cual, si que es destacable la pericia del escritor para
motivarnos hacia una lectura sana y productiva.
El capítulo de la motivación, presenta un tema que,
personalmente, supone un interés añadido, no solo para el texto que Lodge nos
presenta, sino para toda la literatura. Es uno de los pocos capítulos que nos
expone, aunque solo sea parcialmente, hacia donde se dirige la literatura, y
esto, lo consigue analizando sus causas. En el fondo, a lo que Lodge está
aludiendo es a los fines de la literatura, y es de prever que sobre el tema,
debe existir copiosa bibliografía. Otra virtud a destacar de la obra en general
y de este capítulo en particular, es la capacidad para sugerir. Desde hace
tiempo apoyo, como el propio Lodge, la opción de la sugerencia en cualquier
manifestación artística.
El sugerir, exige en cierta medida la participación
del espectador o lector, pero se trata de una participación, que surge de las
más antiguas manifestaciones de los mitos, y que por herencia cultural las
hemos asimilado. Su evolución es reflejo, en gran parte, de la evolución del
hombre, que es pareja a la de su historia. En este capítulo, la insinuación
juega un papel interesante, entre otras, porque lo que podría denominarse como
un tema de teoría pura, se torna de una sutileza pasmosa. Esta sutileza en el
trato de los conceptos sin adentrarse en cavilaciones grandilocuentes, permite
al lector ascender por los caminos de la teoría, hasta las auténticas cumbres
de la naturaleza de la novela. En efecto, el fin último, la teoría que en si
misma carece de efecto consecuente; sirve sin embargo, para dilucidar con
detenimiento límpido las verdaderas raíces de la novela.
Sabemos que las
historias no son verdad estricta, pero aceptamos los teóricos experimentos
sociológicos, dilucidando así, las razones de la actuación de los personajes.
Las causas de esta actuación, nos marcan pautas de comportamiento frente a
situaciones, y en ese sentido, toda novela es un compendio, es una síntesis de
ética en bruto. La posmodernidad y el materialismo, han deconstruido como
menciona el autor, las pautas del humanismo cristiano, pero no las han
derribado, y en ese sentido, en efecto, los derechos humanos parecen confirmar
que nos encontramos frente a una secularización plena de la doctrina religiosa
europea.
Se ha echado de menos:
Las carencias del libro, en principio, no debieran achacarse
a su contenido sin atender a sus miras, pero dado que el fin del libro se cubre
con precisión novelesca, no me ceñiré a lo loable.
Las mayores carencias, las encuentro al final del
manuscrito; como la falta de un pequeño apéndice de los términos utilizados,
que si existe en el caso de autores citados. Junto a esté, también se echa en
falta una bibliografía detallando los libros manipulados tanto para extraer los
ejemplos y fragmentos, como para señalar cuales son las fuentes teóricas más
destacadas en favor del que busque, una mayor profundidad de contenido.
En este sentido, pese a la brevedad del texto, inherente a
la propia limitación de sus objetivos, destaca sin duda, la falta de una mayor
extensión. En parte por el propio estilo del autor, y de la estructura en
capítulos escuetos, el libro se torna sucinto. Y es así entre otras, porque la
agilidad del libro, se paga en reducción de la profundidad y en detrimento
también, de una carga conceptual que el lector más versado en creación
literaria sin duda añorará.
Tampoco estaría de menos aportar un esquema sinóptico,
aunque suela ser un revulsivo para un escritor de novelas como Lodge,
acostumbrado, a cierto nivel de desorden controlado, que suele abogar a una
catarsis esclarecedora. Esa catarsis es la que falta, pues no hay un capítulo
de conclusión, y la introducción apenas rasca la superficie de la problemática
que se plantea.
Descubrimientos lingüísticos
El texto está plagado de elementos que forman parte de la
retórica literaria, y como tal pertenecen a un nivel culto que puede no ser
accesible a todos en un primer momento. Lodge siempre acompaña sus
explicaciones de definiciones y aclaraciones, y en ese sentido, puede
considerarse el texto, como un diccionario de los conceptos básicos del
utillaje propio de la novela. Pero, es más que un diccionario, especialmente en
relación a las conexiones que establece entre las causas y las consecuencias,
por ello, en ocasiones es necesario aclarar los conceptos dentro de una
perspectiva más amplia, que solo puede proporcionárnosla, una reflexión algo
más extensa.
Términos como “suspense”, procedente de la palabra latina
“colgar”, nos aclara la raíz de la que surgió la expresión, acercándonos a su
sentido original, que es el que posee todas las dimensiones de su fuerza.
Los descubrimientos lingüísticos sin embargo, no se limitan
a la mera indagación semántica, sino que también podemos entenderlos como las
claves que sustentan una novela y que hasta ese momento no percibíamos. Desde
esta perspectiva, el interés del público (lector) se torna un elemento de
primer orden y, la revelación de que son las preguntas y dudas que acechan al
lector las que mayor incentivo suponen, se nos presenta como una visión esclarecedora.
Respecto al descubrimiento de términos ignorados, destacan
algunas como la palabra rusa “Skaz”. Se trata de un tipo de narración en
primera persona, más próxima a la palabra hablada que a la escrita. Son
característicos el uso en este tipo de narraciones, del lenguaje coloquial,
junto al uso de un vocabulario característico que da la impresión de haber sido
articulado espontáneamente. En esta línea, también puede darse, un lenguaje
similar al coloquial en monólogos dramáticos a modo de cartas, en los cuales
escuchamos solo una de las voces de la conversación y el resto, la deducimos.
Tanto el Skaz como la lectura fingida, son propicias, y
tienden en múltiples ocasiones a jugar con las diferencias entre lo que se
piensa y lo que se hace, o descubriendo la humanidad existente detrás de la
fachada de cada personaje, lo que puede dar lugar a situaciones francamente
cómicas.
Dentro también del descubrimiento de mecanismos íntimos de
la propia novela, destaca, el denominado "Flujo de conciencia"; como
término, cabe mencionar que fue acuñado por un tal William James, para
caracterizar el continuo flujo de pensamientos y sensaciones en la mente
humana. Más tarde este concepto se utilizó para definir un tipo de literatura,
estandarte de la cual es, sin duda, “El Ulises” de James Joyce. Se trata de una
presentación interiorizada, aunque también se ha dicho que se trata de la
expresión literaria del “solipsismo”(doctrina filosófica según la cual no
podemos certificar la realidad de nada, excepto de la propia existencia)
Lodge diferencia dos técnicas de creación del flujo de
conciencia:
- Por un lado el monólogo interior donde se verbalizan los
sentimientos a través del Yo.
- Por otro, el estilo indirecto, que permite un acceso a la
mente del personaje sin rechazar la labor autorial.
Respecto a las peculiaridades de la creación, destaca la de
que los personajes, se nos presentan, no por lo que de ellos se nos dice, sino
porque nos identificamos con ellos al conocer unos sentimientos y pensamientos
que no nos resultan en ningún caso ajenos.
Otro vocablo ruso que parece adquirir importancia creciente,
es la de “ostranenie” que literalmente significa, "convertir en
extraño", y que conocemos comúnmente como desfamiliarización. A este
respecto, cabe destacar, el que Shklovsky afirmara que, el propósito esencial
del arte, es vencer los mortíferos efectos de la costumbre. En gran parte,
supone el plantearse, cómo se vería por primera vez un acontecimiento, o en
todo caso, como lo vería alguien ajeno a la cultura contextual en la que
estamos inmersos. En el fondo se trata de una nueva definición de la
originalidad, de lo que es original, y como tal, es el autor el que nos hace
percibir algo que en el sentido conceptual el lector ya conoce, pero
desviándose del cauce convencional de representar la realidad.
En el orden de las palabras también encontramos el término
“prolepsis” que en retórica clásica, supone la visión anticipada de lo que va
ha ocurrir en un futuro (también conocido como flashforward). Los cambios
temporales son un recurso común en la ficción moderna, pero en ocasiones, son
“naturalizados” lo que significa, que son asimilados por parte del lector como
resultado de una operación memorística; lo que puede ocurrir a través del flujo
de conciencia antes citado, o a través de la presentación a modo de memorias.
Otro término que requiere de aclaración y Lodge la aporta,
es la de “narratario”, que es como denominamos a cualquier alusión dentro del
texto, a cerca del propio lector. En este punto, queda descubierta la falsedad
inherente del escrito, pero no importa; se compensa con una aparente sinceridad
del escritor, que ostenta el parecer,
realmente afectado por la condición y circunstancias del lector.
El término acuñado por John Ruskin de la “falacia patética”
define la proyección de sentimientos humanos en el entorno que le rodea, siendo
principalmente la naturaleza la fuente de su inspiración, como paradigma de la
sabia naturaleza.
Algunos conceptos especificados, no presentan duda respecto
a su significado o función, pese a situarse dentro del lenguaje específico del
tema. Sin embargo, otros conceptos, si bien desconocemos su origen etimológico,
es sencillo hacernos a la idea de lo que puede significar, dado el objetivo del
libro y las pautas a las que el lector ya está habituado.
Palabras como “Intertextualidad” es la que parece evidente
la alusión a cierto tipo de referencias entrelíneas, que conscientemente o no,
se han introducido para causar un efecto determinado. Un texto puede apuntar a
otro de muchas maneras, algunas de las que Lodge cita son: la parodia, el
pastiche, el eco, la alusión, la cita directa, o el paralelismo estructural.
Probablemente “El Ulises” es el caso en el que con mayor
eficacia e influencia, se ha aplicado el uso de la intertextualidad, en este
caso, el referente, es la obra de Homero.
Una voz curiosa y de significado anteriormente ignoto, es
“lipograma”. Desviación estilística que consiste en omitir sistemáticamente una
letra del alfabeto. Son obstáculos en ocasiones arbitrarios, donde el principal
interés radica en indagar, en cómo, el escritor, se las ha ingeniado para
superar la dificultad que se auto impone, más que el contenido en si.
El valor de lo cómico en la novela es indiscutible. La
distensión creada por el efecto cómico tiene repercusiones que no solo afectan
al tempo de la trama, sino que motivan y agilizan la lectura sistemática. Lodge
alude a dos fuentes principales de lo cómico en la narrativa: por un lado la
situación y por otro el estilo. Respecto al estilo es fundamental, el llamado
“timing”, el orden de las palabras, es decir la disposición en que se facilita
la información.
En un pequeño anexo, el autor nos introduce en algunas
nociones básicas de teoría literaria. Algunos de estos conceptos son, según
Bajtín, la poesía o la lírica tradicional,
que utilizan una concepción “monológica” es decir, que intenta imponer
una visión única bajo un estilo común. Por otro lado, la novela adopta una
estructura”dialógica” en la que incorpora muchos estilos o voces distintas. Las
diferentes combinaciones al respecto, y las múltiples posibilidades que el
escritor tiene en su poder, suscitan la variedad que podemos observar a lo
largo de los siglos.
Respecto a la “alegoría”, solo decir que se trata de una
forma especializada de narrativa simbólica, que trata de que no se intente
simplemente descifrar su significado literal, sino que alude a una
conceptualización más profunda, basada en similitudes u otros significados.
En el fondo, la alegoría podríamos englobarla en la
desfamiliarización, como una forma desarrollada de irrealidad coherente.
“Epifanía” significa literalmente “manifestación”, se define
como el proceso por el cual, un suceso o pensamiento, se transforma en un
modelo o arquetipo de belleza, a través de la escritura. Sin embargo en la
actualidad, se interpreta de manera más general como cualquier pasaje
descriptivo que esté cargado de una significación trascendente para el que lo
lee. Evidentemente, en las epifanías, es donde la narrativa se acerca más al
campo de la poesía, pudiendo decir que se trata de una secularización de la
enorme capacidad verbal de que dispone la lírica.
El tiempo, como factor de duración, propone Lodge, supone la
comparación entre el tiempo que realmente hubiera tardado en realizarse una
acción, y el tiempo que se utiliza para leerlo. Esto afecta al denominado
“tempo” narrativo, es decir la sensación de que una novela es lenta o fugaz.
El concepto de “Novela de ideas” pretende denotar, no solo
que la novela trata de ideas sobre las que discuten y se plantean las tramas,
sino que son el motor principal que origina y mantiene el texto, con
predominancia, frente a las relaciones, la moral, el cambio, o los valores.
Como “Metaficción”, se entiende la ficción que habla de la
ficción. Es decir, novelas o cuentos que llaman la atención sobre el hecho de
que son inventados, incluso dando pistas sobre sus pautas de creación.
La “Aporía” es una palabra griega que significa dificultad o
perplejidad. En retórica clásica, indica una duda (real o no) sobre un tema, es
decir incertidumbre respecto al como proceder. A menudo combinada con la
“aposiopesis” o frase incompleta, que suele indicarse son puntos suspensivos.
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