Proveniente
quizá del sentimiento de culpabilidad heredado de las tradiciones religiosas de
raíz cristiana, la redención espiritual de occidente ha venido dándose de
diversas maneras, una de ellas, o los vestigios de lo que fue, podemos verla en
la cinematografía.
Lo
espiritual se ha abordado de diferentes formas a lo largo de la tradición
teórica, con mayor o menor acierto. En otras vertientes literarias ha tenido
mayor calado, o al menos ha alcanzado a transmitir esa parte del hombre que por
intangible se ha reducido en la espiral del silencio. Es el caso de la poesía.
Antropológicamente
es un hecho que la trascendencia y lo intangible, lo emocional ha participado
en la vida del hombre desde sus más primitivas manifestaciones. La falacia
animal, sobre la que se afirma que los demás seres vivos no “sienten” como lo
hace el hombre no solo esta falta de base científica, sino que se contrapone a
todos los estudios realizados sobre neurología, inteligencia y biología.
Todas
las sociedades han manifestado admiración ante lo desconocido. Existen
diferentes fundamentos del respeto, algunas nacen de la admiración, otras del
el miedo. El miedo nos ha ayudado a sobrevivir, nos advierte. La supervivencia
relajada no parece formar parte de
nuestra naturaleza. Gran parte de la vida está en lucha. La nuestra, desde
luego, lo está. Psicológicamente, la existencia de los resortes que impelen ha
lo espiritual puede deberse a muchos factores. Puede que sean restos de la formación
de la consciencia en el camino evolutivo de sobrevivir. La mente del hombre es
un mecanismo aún desconocido.
Filosóficamente
se ha estudiado a lo largo de la historia de diferentes formas. Hoy en día, con
el paradigma de lo científico como única legitimidad aceptable, no siempre se ha investigado ni interesado en
campos que no ofrezcan eficacia. La pérdida, la búsqueda, el retorno al hogar
de los antepasados, el sacrificio, el débil, la madre, el asombro, el miedo, la
lucha, la victoria, la astucia, el dolor, la muerte, el nacimiento, el amor. El
arte es uno de los pocos bastiones en los que aún residen vestigios de lo que
llamamos emoción. Ha sido la residencia natural de lo intangible durante
siglos, incluso hoy, en la era de la masa interconectada.
La
trascendencia como contemplación no es algo nuevo. Se ha venido dando a través
de las diferentes religiones organizadas, se ha transformado, desaparecido,
vuelto a resurgir, adaptado, tergiversado. La norma frecuente cuando el ser
humano encuentra algo que le es vitalmente útil es la siguiente: se aprende, se
transmite, se distorsiona con el tiempo hasta quedar inservible y finalmente se
abandona, para resurgir más tarde con otro nombre.
Y es que lo que merece la
pena ser aprendido, no puede ser enseñado. Desde las primeras comunidades de
Pablo, las meditaciones ponderadas de Shiddarta o los rituales iniciáticos de
tribus por doquier, su práctica se ha deformado sobremanera, se han
tergiversado, usado y abusado hasta perder su sentido y su utilidad. Porque la
espiritualidad es útil en origen, en descubrimiento, no en transmisión. La civilización
humana esta diseñada para olvidar. Para bien y para mal tenemos muerte.
Y el hombre
sigue buscando lo trascendente. Sigue olvidando y descubriendo de nuevo. Con
las herramientas que tiene, con lo que hereda y lo que aprende. Con
videojuegos, con películas, con canciones y dramas personales, con lo que puede,
para acercarse a las formas de lo trascendente, que son antiguas. Intentando
atrapar los vestigios del pasado con las nuevas espiritualidades sin tantos
rituales vacíos, con el misterio como bandera. Con los libros de autoayuda y
religiones exóticas como guía, con lo que tiene. Con la contemplación paciente
de la realidad, admirable y aburrida.
¿Como
acercarse de nuevo a la realidad cuando todo contacto es sinónimo de dolor sin
sentido?
Para muchos lo es, pues el mundo mágico de las abstracciones, de
Internet, de las películas, de la televisión, del entretenimiento absoluto, de
la realidad simulada e inocua, es prácticamente inofensiva e indolora. La nueva
forma de acercarse a la realidad esta siempre cargada de protección, de
profilaxis. Los escudos bien alzados, las mascaras bien puestas, todo bien
atado y preparado. Con una pizca de debilidad bien colocada para que los demás
puedan hacer como que te comprenden. Puentes levadizos. La visión cruda de la
materia ante la avalancha de estímulos artificiales provenientes de los medios
ha logrado un hastío frente a la realidad, que impide en gran medida, el
contacto directo con la experiencia, auténtica fuente del conocimiento.
Resulta
paradójico que al hablar de una visión realista del arte se pretenda ofrecer
una obra que abra las puertas al mundo exterior cuando por su naturaleza, el
medio parece tender a atrapar y cerrar. Condensar o exponer, ¿Qué es lo
inherente? Entretenimiento frente a trascendencia. Pero hay muchos tipos de
trascendencia, como los hay de poesía. Una poesía argumental o una poesía
visual. Incluso dentro de la imagen puede exponerse una poesía argumental; una
sola imagen puede contar toda una historia. Tampoco se considera en esa visión
realista que en la imagen puedan existir símbolos que aludan a mensajes
abstractos.
Es, en
todo caso, una visión esencialmente cercana a la meditación oriental, o a los
logros que pretende alcanzar; pues el cine, en origen, fundamenta una nueva
visión, cosa que de una u otra forma, acometen todas las religiones, núcleo de
las cuales, son las voluntades meditativas, la oración o como se prefiera
denominar a la búsqueda de potencialidades latentes en ser humano. La poesía
haiku es un ejemplo de este tipo de concepción audiovisual, simple, directo y descriptivo.
En el cine, autores como Krakauer en el campo teórico o Tarkovski en el
práctico se acercan bastante a este estilo.
Estas
representaciones tienden a alejarse, por tanto, de toda obra cuya estructura
narrativa prime sobre la revelación a través de las imágenes. Sin embargo,
tanto la consideración simbólica como la estructura parecen indispensables en
la creación de una obra audiovisual, al menos, dentro de las pautas de comprensión
actuales.
No se
trata de una crítica al entretenimiento que por otra parte está completamente
desatado y se desparrama por doquier. Tampoco la marginación de obras densas e
interesantes debe prosperar. Porque sin la prosperación de obras de
trascendencia los formatos en los que se expresan las experiencias humanas no
se hubieran refinado.
Es en última instancia una elección estética. Dominación
a través de la evasión o liberación a través de la trascendencia. El cine es
primero evasión, pero se han dado y se seguirán dando mezclas entre los dos
campos. El cine como catarsis social de evasión en comunión con el otro, con la
masa o el cine como experiencia privada, personal e íntima en la trascendencia
de la liberación. Cohesión social o redención individual. Una ponderada mezcla
de ambas se diría. La clave es la ponderación, claro.
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