Acudimos al Parque Ferial Juan Carlos I
la tarde del jueves 14 de febrero, con una estupenda invitación en papel
satinado a la inauguración de ARCO, feria española de arte contemporáneo. A fin
de cuentas, mercado de arte, o escenario de venta-compra; pues al parecer una
de las novedades de la edición de este año, era la mayor accesibilidad del
público medio a las obras, económico-intelectualmente hablando. ¡Pasen y vean!
Pronto
descubrimos que el hecho de acudir el día de estreno significaba padecer el
acoso de las televisiones públicas, y luchar por nuestro derecho a respirar
contra los guardaespaldas del rey, que nos echaban de los expositores cada
cinco minutos. ¡Y es que parecía que nuestro acartonado monarca había elegido
el mismo itinerario que nosotros! Además de estas salvedades iniciales, la
visita, bastante cansina, transcurrió con normalidad y sorprendente interés.
Del
aspecto técnico, hay que destacar la tan mencionada apuesta de Arco por el net.art, o arte electrónico, que es una
vía artística sin valor mercantil; así como la estructuración espacial del
evento, marcada por la disposición urbanística de los stands, y la
incorporación de “sittings”, “crossings”, y “chill outs”… zonas de descanso
físico y mental de la saturación que conlleva un evento de tan magnas
proporciones. De estos elementos, son especialmente interesantes el patrocinado
por Azahar, intimista iglú que combina el arte orgánico (plantas) con el
inorgánico (fibra óptica y cojines de plástico hinchables); y el pasillo de
unión entre los dos pabellones que conforman la exposición, de cuyo techo
colgaba una medusa de 6.500 hilos de fibra óptica y un láser, dando lugar a un
corredor de luz cambiante. Otras novedades estructurales son los stands de
paredes de luz, de policarbonato retroiluminado, los stands de arquitectura
neumática, y el cyber-café.
Del
aspecto temático, destacamos el carácter de invitado especial de Australia,
mediante el programa “Australia with de rest of the World”, que apuesta por la
diversidad en la visión global del panorama artístico del país-continente;
marcado por la influencia indígena, la proximidad del flujo asiático, el
aislamiento geográfico de los centros culturales europeos y americanos, y las
nuevas tecnologías.
Y
aquí es donde entro yo, perdido en la inmensidad del espacio sin tiempo (porque
ahí dentro no sientes que se ha hecho de noche hasta que te empiezan a flaquear
las piernas), a la deriva entre fotografía, escultura y pintura abstracta, pop
art, retratos, surrealismo, instalaciones de imagen estática y en movimiento,
sonido, y una sala en la que flotaban en el aire cuatro ramas junto a una
catarata. Una locura.
Pero una locura interesante que me asombró por el ingenio
en no pocas ocasiones, y me hizo torcer el labio en otras cuantas, obviando que
la variedad de oferta era desmesurada e inabarcable en una visita. Esto trajo
como consecuencia, a mi pesar, la imposibilidad de nombrar correctamente ningún
autor interesante en este escrito, aún sabiéndome capaz de reconocer las obras que me gustaron
(las que me arrancaron una cómplice sonrisa) en un futuro indeterminado; porque
una cosa me quedó bien clara: se considera arte contemporáneo a tantísimas
cosas, que yo me voy a dedicar a hacer lo que me gusta, y ya se encargarán de
ponerle etiqueta.
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