El personaje es la
individualidad más grande que existe en una historia y lo que lo caracteriza
principalmente es su motivación, diferenciadora y genuina. La motivación se traduce en un objetivo, el elemento más
importante y la guía de sus acciones.
Lo que nos atrae son
personajes con puntos de vista claros sobre la vida y su objetivo en esta. Y
cuanta más tensión exista entre la consecución del objetivo y el personaje,
mejor. Esta tensión existe y se acentúa a través del conflicto, que es la forma
en que podemos desarrollar y desplegar al personaje. Y es que sin conflicto no
hay estructura dramática. Es en este momento, en el que el primer acto
transcurre hasta que se desencadena este conflicto, en el que ya todas las
cartas han de estar sobre la mesa.
La motivación del
personaje puede ser cualquier cosa, amor, sexo, dinero, poder... puede
perseguir algo sobre lo que no es consciente, y puede desear lo que hace daño,
lo que no conviene. Y estas cosas se desean con la misma fuerza. La adicción,
por ejemplo, es un deseo que hace
daño.
Personajes simples - tramas complejas
Personajes complejos - tramas simples
Sobre la moralidad de
cada personal, lo interesante son las zonas grises. Los personajes maniqueos,
los malos-malos y los buenos-buenos son bastante aburridos. Es mejor que el
villano, en algún momento, muestre bondad.
De igual forma, los antiheroes, los protagonistas contaminados de maldad, pesimismo
y violencia, son tremendamente interesantes.
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