Reptando bajo el suelo, sentía
el peligro de salir al exterior, de que me descubrieran bajo la superficie.
Aquella había sido la única forma de escapar, arrastrándome bajo la moqueta a
lo largo de cientos de metros.
Llegamos a una zona
residencial con vistas al mar. En uno de los altos garajes sin mas luz que la
que entraba por la gran puerta corredera. Estaba vacía salvo por la soga
colgada del techo. Supimos que habíamos llegado a tiempo, y sin embargo, algo
no encajaba. Habíamos visto el futuro, y creíamos que íbamos a cambiarlo, pero
lo que debía estar allí no estaba. Parecía un escenario preparado para otra
obra. Que no conocíamos. Aquello parecía una trampa.
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