1. Referentes
Como referentes del tema, parece
inevitable aludir a “Metrópolis” de Fritz Lang, que como Blade Runner se
adelantó a su tiempo en un alarde de clarividencia no superado.
Pero mucho antes de que el cine
viera la luz, podemos encontrar multitud de referentes literarios de primer orden.
La ciencia ficción de Julio Verne, el Frankeinstein de
Mary Shelley , el fausto de Goethe o el golem, historias que, en su
esencia, llegan ha remontarse en el
tiempo hasta alcanzar el estatus de mito.
Dentro de la pronosticación de civilizaciones, nunca ha faltado el afán
de conseguir, por medios artificiales, un simulacro del hombre.
Deberíamos buscar en el origen
literario del guión, la naturaleza de la propia película, sin desplazar la
notable interpretación y acierto estético de Scott. Philip K.Dick, es todo un
icono de la ciencia ficción en general y de las adaptaciones cinematográficas
en particular. La duda existencial a la que somete al lector una y otra vez, no
ha dejado indiferente un género, ya de por si, cargado de tintes filosóficos.
La novela de Philip K. Dick, “Sueñan los androides con ovejas mecánicas”, en la
que se basa la película, hace mayor hincapié en algunos aspectos apenas
esbozados en el film, como pueda ser la de los animales naturales de compañía
como muestra de estatus social. Estas licencias, no reducen, sino que potencian
la trama principal, dándole mayor peso y permitiendo así la utilización de las
secundarias para sugerir las enormes connotaciones espirituales.
2. El lenguaje de la cámara.
Podría afirmarse que el lenguaje de
la cámara, en conjunto, no pretende dejar una huella perceptible, no quiere
hacer notar su presencia. Pese a lo que pueda parecer, visto su “Alien”, las
pretensiones estéticas no vienen dadas por un virtuosismo en este sentido
(quizá si en otros) La probable influencia del mundo de la publicidad y la
televisión, a sido superada, es este caso, con elegantes soluciones y aciertos
eficaces.
De entre las hipnóticas imágenes a
las que Scott nos somete, el arranque supone una de las más bellas.
Perteneciente ya al imaginario colectivo, las llamaradas de la ciudad futurista
y los enormes anuncios dentro del gris amanecer, son sin duda, todo un homenaje
al “Metrópolis” de Fritz Lang. Las maquetas y las tomas aéreas que simulan,
alcanzaron un estatus de verosimilitud decadente, tan apropiado como
inalcanzado en anteriores ficciones.
Casi siempre con cámara fija, los
movimientos, están justificados, ya sea por lo violento de la situación o de la
acción. Suele realizar reencuadres de seguimiento enlazando al personaje con su
contexto. No obstante, en el abuso de encuadres medios y cortos, Scott acentúa,
en extremo, la imposibilidad del personaje para escapar de su condición.
Los planos generales, tienen como
finalidad el ubicar dentro de una época y un contexto determinados. El paisaje inaugural,
mediante esos planos descriptivos, expone claramente lo tétrico de ese futuro,
y el acercamiento hacia la ventana de esta enorme pirámide que es la Tyrell
Corporation, no hace sino introducirnos en hipótesis a cerca de cómo serán los
seres que en ese ambiente viven, y como habrán desarrollado su psique para
sobrevivir en tan hostil circunstancia.
La toma general introduce ese plano
de grúa en las calles lluviosas con una intención aún más aguda. La
convergencia global en una cultura fruto de la mezcla internacional, es otro de
los aciertos que hacen de esta película un incunable. La plasmación de algo tan
sutil como el vivir de la cultura dentro de una civilización, resultaría motivo
de estudio detallado, en este apartado, simplemente afirmar que la llegada de
la cámara no muestra contrastes bruscos, sino inmersión. En cierto sentido, ese
es el fruto de un trabajo no exclusivo, pero si esencial de la cámara, la
captación seguida de una incorporación al flujo de una historia que no ha
comenzado en ese momento, pero que comprendemos perfectamente.
El caos del futuro, se acentúa ante
el limpio tratamiento de la imagen. Cada secuencia parece haber sido filmada
siguiendo las pautas indudables de un manual. Ningún plano es innecesario, y
cada toma ha conseguido extraer la esencia misma del ambiente, de lo que
necesitamos saber para continuar, como detectives, tras la causa que
desencadena el efecto consiguiente. Como en las películas de cine negro, el
picado y el contrapicado están presentes a lo largo de toda la obra, pero se
acentúan en presentaciones de personajes y en la lógica evolución dramática.
La toma de la mejor secuencia de
Scott en particular y una de las mejores del cine en general, la muerte del
último replicante (Roy), evoluciona hacia el clímax, destacando el contrapicado
que ensalza al replicante justo antes de caer arrodillado para expresar sus
últimos pensamientos en plano de igualdad con el hombre natural. Son en esos
planos dramáticos, los más cerrados del film (junto a los de la casa de
Dekkard), en los que la cara de Harrison Ford, de Rutger Hauer y antes la de
Sean Young (Rachel), sin necesidad de teatralidad, elevan el nivel de la cinta
con su sola presencia, ese es el efecto del correcto y medido uso del tamaño y
la perspectiva del plano.
No hay apenas planos analíticos o subjetivos, a
excepción quizá de los planos generales que en ocasión pueden coincidir con la
visión del detective. Si que existen planos detalle, de objetos trascendentes,
fundamentales. La obsesión con los ojos, las figuras de papel del tétrico
compañero, las fotografías que hacen de memoria para quienes no poseen
identidad.
Parece preciso mencionar la breve
cámara en mano que cierra la escena en la que va, al final, a buscar a Rachel
para escapar. Como anécdota, la de las tomas aéreas del final, rodadas para “El
Resplandor” de Stanley Kubric y reaprovechadas por los productores de Blade
Runner, desconfiando de la legibilidad de una obra supuestamente críptica.
Otro recurso narrativo destacado,
es el empleo del ralentí o cámara lenta, en momentos de gran dramatismo, como
puedan ser la muerte de Zora o el momento en que Roy muere y suelta la paloma
blanca. Esta adecuación del tiempo a la circunstancia psicológica, involucra al
espectador en ese flujo de experiencia y logra una identificación palpable tanto por la reflexión como por lo
más visceral y emotivo.
3. Iluminación.
La fotografía, que duda cabe, tiene
fuertes reminiscencias al cine negro. En parte, heredera de las concepciones
expresionistas, este tipo de tratamiento de la luz, concibe los ambientes con
un alto grado de coherencia, acentuando al máximo el carácter de los
personajes. El tono bajo de la iluminación se rompe quizá al final, en esa toma
añadida de los bosques y el coche. En cualquier caso, si la iluminación se
caracteriza por algo, es sin duda por un alto nivel de contraste.
La capacidad
que la película tiene para poder captar imágenes con una iluminación tan sutil,
queda aún lejos de los futuribles sobre la tecnología digital. Las acentuadas
diferencias entre la luz y la oscuridad profundizan en la psicología de los
personajes, pues aunque está tratado con sutileza, en cada personaje, existe
una doble faz que debe ser acentuada. La ambigüedad reinante se extiende por
todo el espectro artístico de la película, pero es en la fotografía donde más
se recrea. En cada circunstancia y para cada personaje, se plantea una
iluminación concreta que resalte su situación en ese momento de la trama. El
ensalzamiento con potentes luces de contra junto a un contrapicado, o el
ocultamiento de la mitad de la cara en la sombra, pueden usarse
indiferentemente con el protagonista o con secundarios.
Tan solo se exige rigor
hacia la historia, hacia el guión. Pues cada personaje se plantea a si mismo dilemas
morales que se somatizan mediante estos violentos tratamientos lumínicos. El
humo acentúa las líneas que describen los haces de luz, marcando aún más los
contrastes y las líneas oblicuas y horizontales. En los exteriores, sin
embargo, priman las líneas verticales de los grandes edificios y las estrechas
calles. Los alejados puntos de fuga y las perspectivas forzadas, vigorizan la
sensación de laberinto caótico y multicultural del futuro.
Los colores
apagados, refuerzan la memoria del género, y es que en cierto sentido, Scott
adaptó un género extinto, como Spielverg lo hizo con las aventuras clásicas
(“Indiana Jones y el arca perdida” o George Lucas con el western (“Star Wars”)
Un ligero virado hacia los azules, hace resaltar los rojos en las pocas ocasiones
en que son necesarios. Ya sea mediante filtros o en el laboratorio, lo cierto
es que el azul, los colores fríos, como motivo de avance tecnológico queda
perfectamente imbricado con las pretensiones de una historia clásica, al menos
en su trama principal. Y es que el intento de encontrar un futuro aséptico
queda roto en cada de una de las secuencias.
Constantemente los tonos oscuros
hacen aumentar la sensación de claustrofobia, ni siquiera en los lugares en que debiera darse una pulcra
utilización de la luz, quedan limpios, impolutos. Allí donde se pretende
alcanzar un estatus de frialdad tecnológica, allí aparecen las culturas en
oposición, los objetos infantiles o los diseños rococó. Utiliza, en la medida
de lo posible, la luz que pueda entrar por los ventanales, como si la
artificialidad fuera impuesta desde la propia naturaleza. Estas luces, parecen
provenir del sol, al menos en la secuencia en que conoce y realiza el test
Voight Kampff a Rachel.
Esa secuencia en principio tan incomoda de observar, al
tener el sol de frente, pero que a una orden, puede oscurecerse gracias a los
automatismos del edificio, para encontrar la atmósfera adecuada, tanto para
realizar el test, como para la relación que los personajes desarrollan.
Los medios fotográficos también son
utilizados para aludir a iconografía extraída del imaginario colectivo, en un
afán de alcanzar significados tras la imagen. Es en las tramas secundarias
donde esta intención se enfatiza más, y si en la trama principal y sus
secuencias la iluminación se vuelve clásica, por todos conocida y aceptada, es
en esas tramas con menos peso, donde, tanto Scott como su director de
fotografía Jordan
Cronenweth, se aventuran en las modernas técnicas de manipulación
del espectador.
Es en esos momentos, cuando utiliza encuadres incómodos, como
el de Deckard aferrado a la cornisa o iluminaciones aparentemente descuidadas,
como la del edificio de Sebastián, pues gracias a ello, consigue cautivar al
espectador y hacer que se involucre. Scott, proviene de una época donde la
sensibilidad del público ha sido ya arrasada, y no existe educación visual
alguna. Dados estos pormenores, no es de
extrañar que un estudioso de la estética, ya rodado en publicidad, encuentre lugares
comunes con los que e transmitir sensaciones y experiencias.
Debido el limitado uso de la luz,
la profundidad de campo se reduce considerablemente y los juegos con el foco y
los movimientos resultan dificultosos. En alguna ocasión llega a desenfocarse
levemente sin buscar las connotaciones que pudieran asociársele. Es en los
momentos en los que exige cámara lenta, cuando la luz se hace insuficiente y
debe acudir a soluciones creativas como la de la muerte de Zora rompiendo
escaparates de cristal, iluminados con mayor intensidad.
4. Sonido y banda sonora.
La banda sonora de la película
estuvo a cargo del compositor griego Evanghelos Papathanassiou. Compositor de
otra banda sonora memorable, “Carros de fuego”, Vangelis posee un peculiar
estilo de creación musical, basado en algo parecido a la improvisación, de
hecho, apenas sabe música en el sentido formal del término y como él mismo
admite, “Todo lo que yo trato de hacer es permitir que la gente sepa lo que
pienso a través de mi música. Yo solo te entrego la música, y depende de ti que
es lo que quieras hacer con ella”
Grandes directores de fotografía y
compositores han afirmado que es tanto mejor su trabajo en cuanto no adquiere
relevancia dentro del conjunto. Y en gran parte, es este nexo indisoluble entre
los diferentes elementos que conforman la película lo que hace notable el
esfuerzo de síntesis y la labor de los directores de grupos de trabajo. La
música, no en vano, es uno de los puntos más notables de la obra, ha adquirido
una relevancia importante y es una influencia notable tanto en la música
posterior como en las bandas sonoras concebidas para el cine. Los matices de
diversas culturas subyacentes, evocan todo menos la uniformidad del pensamiento
único.
El tema de amor con el saxofón, los sonidos sintéticos y los coros,
parecen exponer en otra dimensión diferente a la de la imagen, el mismo
mensaje, la variedad existe. Los momentos de calma, no obstante, retoman
mediante los sintetizadores, el motivo espacial, esa zona que se sugiere a lo
largo del film como el lugar nuevo frente al planeta Tierra en clara
decadencia. Incluso la música que escuchamos en la presentación, con el
edificio de la Tryrel Corporation, parece surgir del lugar y volver a él en una
alimentación mutua constante.
El comienzo de la música electrónica estaba ya
instaurándose, sin embargo, Vangelis llevaba años experimentando con
instrumentos diseñados específicamente para él, y los resultados quedan a años
luz de la música que por entonces se concebía. Se la puede clasificar de
sugerente, cautivadora, evocadora, y es que tiene, entre otras, la capacidad de
hacernos recordar circunstancias y experiencias, característica que enlaza
perfectamente con uno de los temas que explora Scott: la naturaleza de la
memoria. Las dimensiones del tiempo se confunden, y el pasado, real o sintético,
parece catapultarse sobre los personajes dentro de una atmósfera cautivadora y
una música hipnótica.
Desde los primeros fotogramas, la música nos introduce en
un trance, en una sesión entre freudiana y mística, de la que no escapamos
hasta que lo hace el protagonista, en esa especie de liberación dual, la del
replicante y la del propio detective. Tanto la muerte como el amor, se reflejan
en la música, llegando a donde la dimensión cinemática no es capaz, y es que la
música está más cerca de lo que Scott pretende alcanzar. Los efectos de sonido apenas pueden disociarse
de la música, y esta apenas puede separarse de las imágenes, pues forman un
conjunto estanco, dentro del cual, existen altibajos dramáticos pero siempre
complementarios.
La música, que debiera aportar la
interpretación apropiada, que debiera aclarar el significado de las secuencias,
en repetidas ocasiones multiplica su ambigüedad. En otras, también es cierto, dilucida
y potencia el estado de ánimo apropiado, tanto en el personaje, como en la
actitud que debe tomar el espectador para comprender el mensaje.
La voz en off que se le añadió a la
versión de Scott, aclaraba la excesiva ambigüedad de un film ya de por sí, críptico.
La música sin duda recrea el futuro,
lo genera como si saliera de los propios edificios y de las emociones de los
personajes en una suerte de somatización notable.
La música tiene otra virtud que se
explota en la obra; Es capaz de ralentizar o acelerar la acción, en consonancia
con el tiempo psicológico que el espectador experimenta, y lo hace según sea
conveniente para la narración. La ciudad y su transcripción sonora es un leit
motif al que se recurre para rememorar y ubicar cuando es necesario.
Intensifica enormemente todas las vertientes emocionales, sugiriendo lecturas
tan variadas y emociones, tan diferentes como la multiplicidad de culturas de
la que hace gala. En definitiva, sin la banda sonora, esta película no seria lo
mismo, por ello es una autentica obra, paradigma del lenguaje audiovisual, no
necesariamente verbal.
5. Dirección artística.
La especialización que este tipo de
elementos requiere, queda perfectamente cubierta con el enorme abanico de
profesionales que intervienen en cada uno de los procesos artístico.
Las maquetas, los decorados, el
vestuario, el atrezzo…están constantemente enfocados a conseguir un verismo,
una credibilidad superior a la normal. El afán de realismo que han intentado
alcanzar no deja indiferente al espectador, que inconscientemente se siente
inmerso en un mundo viviente y palpable. Y es que la cultura está en el
detalle, en las formas de las pequeñas cosas, como los paraguas con tubo de neón,
los budistas cruzándose con neo-punks, los asiáticos por doquier, el concepto
de ciudad y de masa, evolucionado hasta el extremo. Perderse en esa masa no ha
de ser difícil desde luego.
Los ambientes que consigue generar gracias a los
decorados, el vestuario, las gentes diferentes y sus atrezzo, los coches patrulla,
la máquina de análisis fotográfico, la casa de Sebastián…elevan el nivel de la
producción (también sus costes) para situarnos en las lindes de lo que pudiera
ser cotidiano, pues la película rezuma cotidianidad, monotonía, como si todos
los días en la ciudad hubiese sido y serán siempre grises.
La casa de Deckard, es un claro
ejemplo de cómo el personaje ha generado su ambiente. Existe una gran coherencia
entre el personaje; como es y por qué,
con su casa, sus objetos y su forma de vivir. Los platos apilados y sin fregar,
el desorden de la vida de soltero, pero no solo soltero, pues su símbolo de
autoridad, su arma, es el atrezzo propio de un Blade Runner, aunque pretenda
permanecer retirado. Fuera ya de los cauces devastados del honor y el deber, la
coacción física, parece el único medio de establecer orden, símbolo máximo del
cual son estas armas.
Parece apropiado insistir en la
influencia del expresionismo alemán. La casa del ingeniero genético Sebastian
es paradigma de esta observación. Los juguetes vivos que ha creado para su mero
esparcimiento y diversión, el propio suelo de su enorme casa, a caballo entre
un edificio abandonado y un tablero de ajedrez, parecen surgir de un sueño raro
o de una pesadilla controlada parcialmente. La iluminación baja y dura se acentúa
en esta parte, en que la tensión se palpa en ese ambiente creado artificialmente.
Pero no pretende llagar al expresionismo sino a través de un afán de realismo. Si
en algún momento se exageran elementos, no será con otra intención que la de
resaltar lo que el hombre puede llegar a hacer.
Las maquetas están en gran medida basadas
en el comic “The long tomorrow” de Moebius (el mismo diseñador que el “Dune” de
David Linch)
El director de efectos especiales
fue Douglas
Trumbull, el mismo de “2001: Una Odisea Del Espacio”
de Stanley Kubrick y “Close Encounters of the Third
Kind” ( “Encuentros en la tercera fase”) de Steven
Spielberg.
Como anécdota, mencionar que el
lenguaje hablado en Los Ángeles del 2019 fue inventado por el actor Edward
James Olmos, que interpreta a Gaff. Para ello reunió fragmentos de varias
lenguas y reconstruyó su diálogo, que originalmente en el guión sólo era
japonés.
Este cúmulo de creatividad y esfuerzo no es en vano, pues, al final,
el ambiente, como conjunto de todos estos elementos, llega a adquirir un co-protagonismo
equivalente al de un personaje más, sobre el cual se desarrolla la trama. Los
vendedores asiáticos que pululan por las calles y los enormes carteles de
coca-cola que asaltan por igual a transeúntes y transportes, son reflejo de ese
esfuerzo en pos de la convergencia y el significado.
La abundancia de símbolos que
aluden a referentes diversos, es una estrategia propia de la publicidad, que
conoce bien la psique humana con sus temores y deseos. Quizá pueda resultar
algo críptico este tipo de elementos, pero no se ha de dudar de la efectividad
del conjunto. A la vista están los resultados; quizá no afecten por igual todos
los iconos, pero sientan unas bases
sólidas de trascendentalidad.
Los ojos juegan un papel de primer
orden. Es a través de los ojos desde donde se sabe la verdad (si es o no
replicante) pues mediante estos, se expresan y reflejan las emociones. No es
solo que la película sea un espectáculo visual, sino que el retornar a ese
motivo, vuelve a la habilidad fundamental del detective (saber mirar)
El búho es un símbolo de sabiduría.
En la novela, los animales naturales son muestra de estatus social, no es por tanto
casual que pertenezca al genio que diseño el cerebro de los replicantes, a
Tyrell.
La paloma blanca que Roy lleva al
final en la mano, ha sido a lo largo de la historia, una clara alusión al
espíritu, y su liberación al final hacia cielo abierto, no es sino una
autentica metáfora visual. Traducible, si, pero inexpresable; es la libertad.
El clavo con que Roy se atraviesa
la mano para sentirla queda muy cerca de una crucifixión voluntaria, el hecho
de que sujete la paloma blanca con esa misma mano, parece reforzar esta
interpretación.
El fuego, símbolo de purificación,
de destrucción para que vuelva a comenzar un ciclo, y el pelo rubio, paradigma
de la belleza idealizada, de la perfección, pues antiguamente se asociaba con
la divinidad.
El unicornio con que Deckard sueña,
era un animal mitológico que moría si se le mantenía en cautividad. De nuevo el
motivo de la libertad parece filtrarse a través de estas imágenes cautivadoras.
6. Montaje.
El montaje no es un elemento menor
aunque en ocasiones pueda parecerlo. La continuidad, y los cambios temporales y
espaciales, requieren un profundo conocimiento de la narrativa audiovisual y de
las claves interpretativas que la sociedad ha heredado y continua modificando.
En parte, como en todas las disciplinas hasta ahora comentadas, el no recuerdo,
la falta de toma de consciencia por parte del espectador, suele ser símbolo de
acierto.
Dentro del discurso que se desarrolla a lo largo del film, se produce
en elipsis que solo se explicarán tras comprender la nueva situación en la que
nos hayamos inmersos. Es así como funciona el recurrido tema de la memoria. Y
es que con estas elipsis sin aclaración, nos desorienta y confunde hasta el
momento en el que encontramos un punto de referencia en torno al cual se puede
enlazar con lo visto y escuchado.
Es en ese periodo de tiempo desorientador,
como el arranque, donde la indeterminación hace que todo sea posible, cuando se
hecha mano de toda la preparación que lleva aparejado tanto la representación
del futuro, como la observación de la propia existencia. La sucesión de planos
se precipita en los momentos de acción como la persecución final en la casa de
Sebastián, y se ralentiza en los momentos de dramatismo psicológico o
emocional, llegando a la cámara lenta, casi deteniendo el tiempo y la imagen
para participar e identificarnos, con el tiempo psicológico propio del
personaje.
7. Análisis temático.
El análisis temático de Blade
Runner, está marcado por una profunda veta filosófica, a la que se suma la reflexión
existencial que lleva asociada todo intento de augurar el devenir de nuestra
civilización. Al fin y al cabo, aventurar el futuro, es, en gran parte,
asegurar cual es la naturaleza del ser humano, pues el presente y el futuro anunciado,
generan una dirección hacia la cual miramos con temor y admiración.
Como ya se ha dicho, en repetidas
ocasiones, gran calidad y esfuerzo artístico se ha enfocado a la creación de un
ambiente donde prime lo múltiple antes que lo único y el caos antes que el
orden.
Esta concepción de la civilización, presume de ser el resultado de la
actual síntesis de culturas en la que la globalización y sus consecuencias nos
transforman lentamente. Las macro-corporaciones. El ocaso de los ideales, igual
que en el cine negro, exime de responsabilidades fuera de los cauces de la
supervivencia. El deber y el honor han sido sustituidos por las armas como
única fuente de autoridad y respeto. Los valores del post-modernismo se ha
acentuado y eso se refleja en la cantidad de grupos y culturas. De hecho, cada
sujeto es ya una cultura en si misma, aislada pero necesitada de la multitud
que les ha absorbido y automatizado.
A lo largo de la película, los
temas y las connotaciones que asumen, van desplegándose y alternándose. Vemos
numerosas ramificaciones de grandes cuestiones y algunos temas menores que se
rozan sugiriendo grandes implicaciones.
Todos los personajes, ansían
autenticas libertades, libertad respecto al medio y libertad respecto a si
mismos. La situación social, la evolución de los organismos institucionales, ha
formado seres que necesitan de la sociedad para mantener el estatus que han
alcanzado, pero esa misma posición les hace dependientes. De hecho, parece que
evidente la incapacidad del estado para asumir la avalancha de competencias
públicas y de proponer legislaciones.
En el caso de los replicantes, es la
angustia ante el final de su existencia la que empuja, la que les fustiga para
encontrar una solución viable. Quieren por tanto librarse de la carga que se
les ha impuesto para poder, al menos, entrar en el reino de la humanidad que se
les ha negado, ya sea por la carga social o por la carga genética. Pero es el
amor y no la violencia, física o psicológica, la que puede redimirles, primero
a Roy y luego a Deckard, guiado por la parábola espacial.
Que duda cabe, el amor es una de
las grandes cuestiones que se plantean constantemente, pues todos los
personajes poseen la capacidad de amar, incluso presentada como una necesidad
vital. De hecho, Deckard encontrará en esta manera, la única capaz de actuar como
liberación. Incluso el brutal personaje de León, quizá el más tosco de los
replicantes, pero el que más sentimiento despierta, sin una inteligencia a la
par capaz de refrenar sus más infantiles sentimientos. También es el amor hacia
la vida en general, el que Roy comprende en esa reflexión a las puertas de la
muerte. Las reticencias iniciales que Deckard tiene respecto a Rachel, se ven
superadas por este sentimiento.
De hecho, es en el encuentro con la
realidad física, es ese el momento en que los replicantes se vuelven más
humanos y los hombres se transforman en meros autómatas. Puede verse en gran medida
como la colisión de dos dramas existenciales, con una misma génesis, la
condición humana, pero con desarrollos vitales distintos.
La naturaleza de la memoria es otro
de los grandes temas que aborda y al que vuelve en numerosas ocasiones, manifestándose
de diversas maneras en cada uno de los personajes. La identidad como
consecuencia de los recuerdos, expone una personalidad, y es que en gran medida
el carácter se forja con la experiencia, que son los conocimientos surgidos de
las vivencias personales. Incluso en personajes secundarios como el jefe de
Blade Runners y Deckard, se percibe una confianza fruto de una larga relación
anterior.
Incluso Deckard llega a cuestionarse o por lo menos así se insinúa, su
condición de ser humano, y con él, todos los espectadores, pues al ver las
fotografías, identificamos su memoria con la nuestra, y la escasa diferencia
que existe con la de los replicantes. Y es que los recuerdos, parece ser lo
único que nos hace humanos, sin ellos, quedan vacíos y perdidos, como León,
incapaz de asumir su existencia sin la certeza de su identidad, plasmada en sus
fotografías.
Otro tema al que vuelve Scott, es
el complejo asunto de la muerte, el final de la existencia tal y como se
conoce. La asimilación de una muerte próxima, quizá nunca se produce
completamente hasta que se está experimentando realmente, y ese parece ser el
momento de máxima vitalidad existencial. Desde luego ha de ser el momento en el
que más se estima la propia vida, pues si hay algo por lo que el hombre se
mueve, es por la conservación, ya sea individual o colectiva.
La única certeza
del replicante es la muerte, pero si esta es una evidencia concreta, tanto lo
es la vida en si misma, sin la cual no se podría dar la desaparición. Es la más
física de las experiencias, la menos abstracta, y sin embargo, pone en
movimiento todas las capacidades del hombre que nacen de la emoción. Estrechamente
relacionado con esta circunstancia, está la capacidad de sacrificio. No creo
que exista un espíritu de sacrificio, sino que parece desprender una sensación
de pérdida, de derrota final. La renuncia a la venganza inmediata, aparece como
el ocaso de un impulso agónico, de un vitalismo hasta sus últimas
consecuencias. El sufrimiento que despierta la astucia, se ha sumado a la ya de
por sí penetrante mentalidad del replicante, en una suerte de iluminación o
revelación final que expone con unas palabras que calan hondo, pues surgen de
los más cercano.
Es sabido que la inteligencia
formal es una parte de lo que podríamos llamar sensibilidad. Muchos de los
mayores genios, lo fueron por su desarrollo exacerbado de esta sensibilidad y
su familiaridad con las normas, no solo de la razón, sino de cauces menos
formales de donde puede surgir la creatividad y la maestría. Seres tan
desarrollados como Roy, paradigma del superhombre, ha desarrollado al máximo todas
las potencialidades humanas y como tal es capaz de ver los problemas con más
claridad y sentir el dolor y los dramas existenciales con especial nitidez.
La
fuerza que desarrolla a lo largo de su vida, no alcanza solo la dimensión física,
sino que es modelo de belleza en todos los campos, entendiendo esta a todo lo
hermoso y fuerte. En este sentido, un fuerte componente vitalista transciende a
este personaje fabuloso que ya no es un antagonista clásico, sino un hermano.
El tema de la creación, de la
posibilidad de formar seres cuasi-humanos, se plantea respecto de Tyrell. La
responsabilidad de la creación y sus connotaciones (Roy llama a Tyrell padre)
plantea una cuestión profunda. ¿Existen, o han de existir reflexiones morales
en este aspecto? Las posibilidades de la ciencia aplicada, parecen ofuscar la
capacidad de reflexión en torno a la rectitud de tales actuaciones. Es
tremendamente probable que tarde o temprano se sintetice un ser humano (si es
que no se ha hecho ya) lo que lleva a tener en gran estima cualquier reflexión
que se hubiere realizado con una profundidad como la que la película plantea.
Mucho se ha hablado de la
posibilidad de que Deckard fuera un replicante…pues si bien hay algunas
evidencias que apuntan hacia esa reflexión, la insinuación se plasma más en una
sensación que en la posibilidad real. Quizá la gente no pueda ponerse a si
misma en evidencia y para ello, alejan al protagonista del estatus de
humanidad. No deja de ser una reflexión a plantearse.
8. Valoración personal.
Dentro del cine, la ciencia ficción
tiene un lugar privilegiado. El estatus de éxito tanto comercial como artístico,
viene dado gracias a producciones como esta.
Blade Runner es un punto de
referencia. Pese a los ligerísimos desfases estéticos, fruto de la influencia
de la moda de la época, como película conserva intactos los elementos que la
han llevado a ser una gran obra. Su capacidad para no envejecer nace de los
temas que pretende evocar, y es que la condición humana no ha cambiado
esencialmente ya que el hombre sigue siendo el mismo.
La vigencia de los miedos
y dudas, son el nexo común entre épocas y seres que toman consciencia. La
verosimilitud a la que pretende elevar todo el film, no se enfrenta a una
historia con bloques de contenido relativamente estancos, y esto es así, porque
los elementos de unión entre los personajes y ambientes, son mucho mayores a
sus diferencias.
El carácter visionario de la
película, no se da tanto en su capacidad para generar seres sintéticos, no en
su presentación de arquitecturas u órdenes cívicos, sino en su inmersión en el
espíritu del post-modernismo con sus masas aisladas y su convergencia cultural.
La capacidad de evocación que esta
película emana, no deja indiferente a nadie que la mire con un grado mínimo de
interés. Pues si algo exige la película
para dar mucho, son 117 minutos de atención. En muchas ocasiones, sugiere más
que explica, insinúa más que muestra y apunta más que desarrolla.
Parece ser una de esas películas
tocadas por la gracia, pues en gran medida es el fruto del esfuerzo y de la
casualidad. Todo desarrollo artístico, tiene un componente de azar, que se
puede reducir para limitar el riesgo o ampliar si no se teme al destino.
Scott combinó con maestría los
elementos necesarios para que ninguno rompiera la sutil armonía sin caer en una
ordenación que pudiera no haber transmitido la viveza de un organismo social.
Cuando se alude a Blade Runner, se
llama a una sensación, pues la película deja un poso en el tiempo, que es hasta
cierto punto, común e identificable. Hablar de Blade runner, es hablar de esa
impresión causada, de cómo ha conseguido plasmar multitud de inquietudes y
elementos. La cuestión que incomoda en mayor medida, es que Deckard, el héroe
que se había instaurado como protagonista, resulta tan inhumano o más que los
replicantes, que se estiman y protegen los unos a los otros. Ese giro, sumado a
la más que prodigiosa sensibilidad ante la vida de Roy, ante su muestra
indudable de humanidad, deja al espectador con la carga de conciencia propia
del detective.
Y es que su vivencia es la nuestra, y cuando comprende que ha
errado el camino, que ha fallado en su elección, comprendemos nosotros que
nuestros deseos y miedos no eran los oportunos. Que gran ejercicio de
manipulación emocional, todo hay que decirlo. Ese sentido de culpa, que
arrastra al protagonista a escapar, a recomenzar su existencia con una mirada
nueva; es el que la revolución, no superada, de los años 60 y 70 ha dejado. Sus
planteamientos no están resueltos, las ambigüedades no están abordándose, se
prefieren olvidar y Blade Runner, lo que hace, es recordarnos que el hombre no
es tal por el hecho de existir, sino que el estatuto de humanidad es un ideal
que ha de ser constantemente revisado y más importante, debe ser constantemente
anhelado.
El origen del director como
diseñador y realizador de anuncios, marcó su predilección por la estética y la
ambientación. No es de extrañar que solicitase la colaboración de H.G. Gigger
para su “Alien, el octavo pasajero” y que se basase en comics franceses para
recrear un futuro caótico de macro-corporaciones en Blade Runner. Y es que la
vanguardia del diseño, a excepción la enorme bacanal estética de Lucas y su Star
Wars, oscila más hacia Europa y Asia que hacia Norteamérica, compilador, sin
duda, de multitudes ansiosas de triunfo internacional. Scott encontró con esta,
su mejor película, un lugar en el panorama cinematográfico contemporáneo.
Sus
aspiraciones ornamentales y su mensaje, es, no obstante difuso. El espíritu de
la post-modernidad queda plasmado perfectamente. Esa falta de comprensión del
mundo, el aislamiento dentro de la multitud y un texto ambiguo son el caldo de
cultivo de esta obra irrepetible. No obstante, Scott, es un director irregular.
Capaz de recreaciones tan notables como esta, fue incapaz de mantener el
espíritu y calidad de sus trabajos. Quizá porque el cine negro es muy
agradecido, o porque el tema y guión se adaptaban especialmente bien a sus
maneras de hacer, en cualquier caso, no ha terminado de encontrar el mensaje
que quiere transmitir. Parece no acabar de desarrollar un lenguaje propio, un
sello distintivo y personal de calidad. Vistos sus últimos “Gladiador” y
“Hannibal”, parece claro que no ha terminado de encontrar su sensibilidad, o
que simplemente ha caído bajo el yugo económico.
Hoy, que nos encontramos en un
momento estéticamente crucial, en cuanto que la propia naturaleza y concepción
de la imagen está cambiando. En un mundo donde la realidad está lejos de presentársenos
mediante el contacto directo, la representación ficticia de los medios y las
plasmaciones pueden ya modelarse a voluntad. Ahora es cuando más necesitábamos
auténtico referentes visuales y narrativos como el que alcanzó Scott en su
momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario