Sautet ha tratado de plasmar una particular
sensación, amarga y sutil, para paladares refinados. La inspiración desde el
relato breve es sin duda la esencia, el
reflejo fílmico que produce, sustentado en la música, los actores y la mano
directora de Sautet, conforman una cinta que arrebata la consciencia sin
abrumar con su hipnotismo. Fascina lo justo como para no desligarse de la
realidad, permitiendo contrastar con la experiencia y otorgando unos gramos de
verosimilitud propios del cine francés desde mucho antes de Nouvelle Vage.
Evidente que se trata de una película de personajes, de sentimiento. Maestro de
expertos, Estefan, prototipo posmodernista, vacío en sus formas e incapaz de
toda emoción comprometedora. Sin una naturaleza condicionante, nos muestra un
hombre educado en la altiva enseñanza de las alturas relativas, con pequeñas
dosis de clasicismo ilustrado…la música, el último refugio de sus almas. Rechazando
la tesis trasatlántica, considero esta una película francesa.
En unas formas
que se imponen sobre un contenido que no podría defender como francófono,
supone la contrapartida de Wendes con su “El cielo sobre Berlín” formalmente
americana pero de contenido ambiguo…ciertamente más europeo. El subtexto que
asciende desde las entrañas del relato, la emoción y los matices que desprenden
los personajes, son el peso fuerte de la cinta. La música, esencial, el agudo
violín, la búsqueda incesante del detalle nítido, la mirada furtiva. Despierta
la sensibilidad jugando con una planificación de posiciones cuidada hasta una
sobria perfección. Antes que minimalismo, yo hablaría de un humanismo
detallado.
Ni el sentido fílmico ni el filosófico se acercarían a la visión de
este detallismo, más bien se trata de
una precisión sensible a gestos y palabras, más cercano a la dimensión
literaria de las descripciones que a la propia de este medio. Afinado, llega al
problema con una frase certera, que cierra con un gesto, no hace falta más.
Bien pudiéramos hablar de sibaritas, profesionales dentro de la elite.
Complementarios, cerrado y abierto, se compenetran tanto en el negocio como en
su vida. Conocen y se aceptan, formando como amigos un solo ente. Sus
costumbres y problemas reflejan cierto sedentarismo de alto nivel, mezcla
ponderada que solo entrará en reacción cuando se añada el tercer elemento, la
mujer, la violinista.
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