…Y enlazamos una lectura con otra,
pasando del minucioso estudio del comportamiento del hombre-mono, condicionado
por su evolución dental; a enfrentarnos al origen de las religiones universales
y la trascendencia de las mismas en nuestra mísera existencia.
Según
voy leyendo el conjunto de páginas escritas que se engloban en la obra que da
nombre a esta composición, caigo en la cuenta de que se va a tratar de una mera
ampliación de “la especie elegida”, pero profundizando en la laguna que aquella
apenas vadeaba: las religiones del hombre a lo largo de su evolución histórica.
Me van llamando la atención pequeños detalles, como que según va avanzando la
ciencia se van desmintiendo antiguas creencias o mitos, pero de forma opuesta,
civilizaciones de sobrecogedora capacidad analítica (como la egipcia) tienen esa
compleja concepción del mundo de ultratumba.
Esto hace que me plantee, si algún
día la ciencia llegará a demostrar el equívoco de alguna religión actual. Vaya
cara de tolilis se nos iba a quedar. Otro detalle, no menos curioso, es el
pensamiento de que las futuras generaciones conocerán nuestro milenario engaño
gracias al abundante material gráfico existente. Pero…¿Cómo podemos nosotros
atrevernos incluso a sugerir las divinidades del hombre prehistórico?¿Tal vez
leímos el primer ABC? Vuelvo la página y obtengo la respuesta: observando los yacimientos
obtenemos pistas como por ejemplo, con qué se le enterraba al cadáver. Un individuo
creyente en una reencarnación con la mayor gloria bélica, no dudará en hacerse
sepultar con su cofradía de armas; incluso con su propio séquito, evidenciando
así su devoción por un supuesto dios de la guerra… Y entonces una vocecita me
dice que esto empieza a gustarme.
Hay
un detalle en el libro que me ha dibujado una sonrisa en el rostro: la
hipótesis que considera el canibalismo una posible religión. Luego me vinieron
a la cabeza las imágenes de “Viven”, y no pude evitar reírme. Seguro que
bendecían las nalgas antes de comer.
Volvamos
a los yacimientos. Se empiezan a encontrar representaciones de las supuestas
divinidades, en su mayor parte mujeres. Esto me lleva a la conclusión de que en
esencia el ser humano es fiel a sí mismo, pues actualmente en el mundo
mediático, la figura de la mujer estereotipada en su canon de belleza es el
recurso/reclamo publicitario más empleado. Y es que, ¿quién no compraría
determinada colonia para ligarse a las tías que se liga el hombre que utiliza
el susodicho brebaje en el spot? Admitámoslo, esas pinturas prehistóricas las
vemos a nuestro modo cada día, en las paradas de autobús y cines. ¿La
diferencia? Antes eran representación u homenaje a la diosa- madre, la
fecundidad; ahora mueve el agresivo mercado de la oferta-demanda.
En
la antigüedad, la sexualidad siempre fue interpretada como “fuerza dinámica que
movía el universo”. Vamos, que el varón mostraba su poderío fálico, y a la
tercera luna llena la diosa-madre recompensaba su esfuerzo con un hijo, a
través de su concubina. Se aprecia cierta obsesión por relacionar sexualmente a
la mujer (diosa-madre) con el mundo animal (dios-cornudo). Esto ocurrirá hasta
el punto de interpretar las heridas abiertas infligidas sobre los animales,
como sexos femeninos abiertos.
Prácticamente
igual que nuestros contemporáneos internautas. Y sin embargo, es curiosa la
brutal separación que se da hoy en día entre sexo y religión.
Según se suceden los siglos, las
representaciones encontradas de los dioses van haciéndose más antropomórficas,
dejando atrás los rodillos de piedra (con pechos y pubis desproporcionados) de la Prehistoria , dando
paso a los misteriosos hombres con cabeza de animal del antiguo Egipto; tanto
como a las sensuales Venúses desnudas de la Grecia helénica, que sólo se diferenciaban de
nosotros por su condición de inmortales. De hecho, Zeus se pasa las leyendas
poseyendo hermosas mujeres virginales (lo que más de algún mortal tomaría como
ejemplo a seguir); siendo este acercamiento de las deidades al hombre
posteriormente rechazado en la
Edad Media. Aquí se demuestra una vez más lo alineal que es
el comportamiento humano a lo largo de su tránsito histórico, que, claro está,
también afectó a la (cada vez menor) faceta de la fe.
También
encontramos en este curioso libro, una referencia al concepto de Tierra-Madre
que tenían los antiguos. Respetaban “la Tierra ”, es decir, la tierra en que vivían, y cada
ser vivo con el que la cohabitaban. ¿He de suponer pues, que lo que hacemos hoy
a nuestro planeta sería interpretado por los antiguos como violar a nuestra
propia madre?
La
parte de las religiones antiguas que más le ha intrigado siempre a un servidor,
es la creencia en esos mundos de ultratumba. (Y aquí me corrijo, pues ¿Qué se
entiende por religión antigua, o mejor, por religión moderna?)
En efecto mi retro-culturilla fílmica me
vuelve a traicionar, y no puedo evitar pensar en las diversas maldiciones de
las momias. Cada cual más genial que la anterior, ya que estamos. Las diversas
concepciones o estereotipos de cielo e infierno que se han dado en la mente del
hombre a lo largo de su loca existencia. Eso sí que sería un buen tema para una
película: mezclar los conceptos del Panteón de dioses romanos, con las triadas
egipcias, con el inabarcable y castigador dios cristiano medieval, el
monotemáticamente preocupado por la felicidad Buda, y las reencarnaciones en
animales de los apaches… metemos al hombre, su mujer y su hermano en medio de
un supuesto paraíso. ¿Conclusión? La negación del todo con la afirmación del
particular. Los pecados capitales. El ser humano es una criatura fanática capaz
de dar muerte por una mísera creencia al que no la comparte o niega, y ¿Hay
acaso en el mundo algo por lo que morir o matar?
Por
supuesto, hay una teoría más o menos aceptada acerca del posible común origen
de las religiones, y consiste en la sencilla pero quiebraseseras pregunta que
todos nos hemos hecho alguna vez, tal como los primeros seres humanos con
capacidad para hacerlo: ¿De donde venimos? Y hasta hoy. Todas las religiones
tienen múltiples diferencias entre ellas, aún consistiendo en esencia en lo
mismo; dar sentido a la inexplicable existencia del hombre, y asegurarle la paz
tras la muerte. Pero cada una se enfoca de muy diferente forma, y lo más
frustrante de todo es el hecho de que todas son verdaderas. ¿Qué decir ante
eso? El judío y el musulmán se sienten (y es que lo están) en posesión de la
verdad, pero no pueden ni verse. Definitivamente, creo que realmente no existe “la
verdad”.
Así que fundaré una secta que proclame la salvación tras el apocalíptico
final del siglo veinte, a cambio de que se obsequie al fundador con un disco de
música al mes (los hermanos que entregasen material de algún grupo de los
setenta quedarían condenados a comer pimientos picantes por toda la eternidad).
¿Quién me puede acusar de falso? “Yo proclamo mi verdad, acéptala si quieres”.
Nadie debería aferrarse a una verdad proclamada hace milenios, tan solo debería
ser capaz de distinguir entre “bueno” y “malo”, “amor” y “odio”, y formarse su
propia verdad, que no atente contra la vida (punto mínimamente respetado por
toda creencia en su origen), y poder basar así su vida en ella.
La
religión ha sido y será siempre, tanto el opio del pueblo, como el foco de su
opresión. Según el grado de cultura que posea la población, será más o menos
susceptible a asimilar como verdad lo que se le exponga (y al paso que vamos,
las generaciones de la ESO
volverán a pagar bulas). Véase por ejemplo la Edad Media , todo el
campesinado trabajando para pagar al clero el carísimo precio de su salvación,
mientras el papa se corría unas cuantas orgías a su salud (Léase “El nombre de
la rosa”). Muchas veces la Iglesia ,
y en especial la católica, se ha vuelto contra lo que no conocía, mostrando de
nuevo que en el fondo son los hombres quienes hacen las religiones y los
dioses, por el sencillo rasgo humano que es temer lo distinto.
El ejemplo más
divertido viene asociado al arte llamado música, cuando la Iglesia prohibió en nombre
de Dios los arpegios menores en la Edad Media , por considerarlos satánicos. Y no
puede faltar aquí la mención de aquel artículo que tachaba el Heavy Metal por
ser un modo del diablo para robarle fieles a la Iglesia (a Dios gracias
que no existe la Sagrada
Inquisición , pues yo y mis discos habríamos calentado el
hogar de numerosos creyentes). Tiempo después el Papa hizo pública una carta en la que pedía
disculpas por la intolerancia de la
Iglesia con las nuevas generaciones, y asistió a un concierto
de Bob Dylan (o Bob fue a tocar al Vaticano, según se prefiera).
Para finalizar y no sobrecargar
el colectivo neuronal del lector, decir que en el mundo de hoy, la religión se
ha quedado obsoleta en el plano en el que surgió originalmente del siempre
insatisfecho intelecto humano: ¿Cuál es el origen de la vida? Ya hay demostración
científica para nuestra existencia. Personalmente, creo que la religión debería
evolucionar y no aferrarse al pasado, enfocando su posición ante la vida como
una vía de escape que ofrezca paz y felicidad al creyente, y que le quite de la
mente banales preocupaciones como si irá o no al infierno.
Vivir y ser feliz con lo que
tienes. Ese es el secreto.
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