El libro es entretenido e interesante
en cada uno de los temas que trata, supongo que con el atrevido intento de dar
explicación o sentido a esa realidad inescrutable que es la naturaleza humana.
Y es que uno mismo ha conocido compañeras que están como vacas, individuos que
se comportan como cerdos, colegas que no paran de dar guerra, y abuelas que son
auténticas brujas (de las de escoba); y si hay personas que representan estos
estereotipos, ¿por qué no sacarlos de nuestro contexto y estudiarlos en el de
una sociedad, en la que el significado englobado por esos adjetivos sea
trascendental? Tal vez ahí esté el secreto de la naturaleza humana.
Los
indios y las vacas. Los musulmanes y el cerdo. ¿Los españoles y Tamara?
Sociedades que no tienen en absoluto nada que ver (excepto contadas ocasiones, como invasiones
y demás pesquisas bélicas) desarrollan una relación similar con una especie
animal de su fauna geográfica. Veneración y miedo. Por lo que representan o
representaron, por lo que las tradiciones milenarias enunciaron, o tal vez por
simple estancamiento cultural. Y es que en España hay más cosas a demás de
Tamara, los toros, y el fútbol. (y una juventud con un 80% de integrantes con
encefalograma plano, que apenas superan la condición de clon)
Es
inconcebible una India sin vacas. ¿Por qué? Estoy seguro de que en la India hay
más cosas a demás de indios y vacas. Entonces, ¿por qué nos quedamos con esto
último? Sencillo: porque es lo que más abunda y radica en su diferencia con
nosotros. Una sociedad que aún sigue siendo mayoritariamente rural, que las
familias que la integran dependan de un buey para siempre, y que si se les
muere el animal ellos le siguen por desnutrición aun conviviendo con
tropecientas jugosas vacas en el mismo terreno. De aquí podemos sacar una
moraleja cuan menos curiosa, que yo graparía en la puerta de cada Iglesia de
este país: Eso es tener fe, caballeretes. Y no lo que venden ustedes cada
domingo. Morir de hambre junto a una gordinflona vaca por no agredir todo el
trasfondo divino que la envuelve. Claro que, evidentemente a los ojos de la
persona educada en occidente, con su barrera psicológica a la apertura del
subconsciente, esto no es más que una moral arcaica. Un absurdo. Sí y no. El
problema es que no somos capaces de pensar como ellos y ver que eso es lo
correcto, y nos beneficiará en la otra vida. Y gracias a Dios (y a Ghandi), los
indios viven su fe en paz y armonía. Los que vienen ahora son la antítesis.
(Los porcófobos)
El
cerdo es un animal sucio, de hecho, es repugnante. Pero ¿Por Qué un actor
millonario como George Clooney tiene uno como mascota en su piso? Vaya, si
resulta que se les puede domesticar perfectamente. ¿Ha leído el lector la
novela de Thomas Harris “Hannibal”? En esta novela (en la que uno acaba
idolatrando al brutalmente inteligente doctor Lecter y su filosofía) se
adiestran unos cerdos salvajes para que coman carne humana. Los extremos
opuestos.
Y me pregunto yo por qué los musulmanes
no domesticaron a los cerdos para que no fueran un competidor directo del
hombre en cuanto a la dieta del bosque. Sin embargo existe ese odio tradicional
hacia su imagen. Tienen prohibida su carne, y lo peor de todo es que lo
cumplen. Supongo que cuando el cerdo es el único animal que se adapta a las más
adversas condiciones físicas, es la única especie que queda tras un largo
exilio. Entonces un pueblo que se ha pasado la vida de aquí para allá, imponiendo
sus creencias a mandoblazo limpio (“guerra santa”. No tiene coña ni nada el
nombre. Seguro que a la Inquisición le fastidió no tener los derechos del copy
right), se tiene que alimentar casi exclusivamente del bicho en cuestión. Y ¡tachan!
Surge una señora muy simpática llamada tenia, producida por la repugnante
situación en la que viven los puercos (comiendo sus propios excrementos y tal),
y peligrosamente mortal para los hombres. El ejercito queda mermado y vuelven a
casa. ¿Explicación? La carne de cerdo representa el pecado, bla, bla, bla.
Siglo veinte. Los musulmanes siguen
zurrándose con todo quisqui, y sin probar el jamón (excepto los listos, los
mismos que nos venden las latitas de petróleo y tienen muchas, muchas mujeres
de calendario). Los occidentales pensamos: horror, estancamiento cultural. Hay
más puntos de vista a los que aferrarse. Pero de nuevo, no somos capaces de
ponernos en su lugar y darnos cuenta que
eso es lo justo y correcto. Y dar mandoblazos es ley de vida y está bien, si es
para convertir a un puñado de infieles (ahora la moda era atarse petardos al
pecho, entrar en los mercados y enseñarlos en plan nudista, bajo la gabardina.
Maldita la gracia). Y llegamos al punto en que cerdos y vacas confluyen en una
misma explicación, si se quiere arcaica: la religión.
Las
brujas. Los magos. Y cuando van más elegantes, los curas. Tengo un par de
conocidos (de mi edad. 18.) de los de mano derecha alzada y “Caudillo de España
por la gracia de Dios”, y no puedo evitar reírme ante el concepto de religión
que tienen. Son a su excelencia como los indios a las vacas, o los
cachiporreros a los cerdos. Vacíos de contenido, ausentes de la realidad
político-social…estancados en la tradición inflexible. Estoy deacuerdo con el
autor del libro (sí querido lector, lo has adivinado; el que da título a este
artículo) en cuanto a la opinión de que la religión se ha quedado obsoleta. No
ha evolucionado a la par que el hombre, incluso ha rechazado esa evolución. Y
es cierto que dicha evolución ha traído diversas atrocidades censurables por la
Iglesia (La bomba atómica, la pena de muerte, ¿el preservativo?, ¿el aborto?...
¿Tamara?), esta ha rechazo todo avance que la ponía en el entredicho,
normalmente encuanto al origen del hombre.
La
sátira crítica que se hace de Jesucristo me ha parecido un tanto atrevida. Vale
que me he echado mis risas, pero…puf. Me voy a quedar con un principio muy
sencillo: Hoy en día no se puede creer en la Iglesia, tan solo en la religión.
Jesús de Nazaret fue un personaje de trascendental importancia en la historia,
por el increíblemente sencillo y hermoso mensaje que proclamaba. “Haced el amor
y no la guerra”. Y quizás sea por eso, por lo que alguna noche, en la oscuridad
de mi cuarto ordeno mis pensamientos intentando seguir el ejemplo de alguien
que por mucho que me esfuerce en hablarle, dudo que me conteste en esta vida. Y
bien pensado, mejor que sea así, pues el susto sería tremendo.
¿La
religión podrida? No creo, no. La religión mal interpretada. La religión
extraída de su contexto y aplicada a nuestra realidad, sin ninguna adaptación
ni corrección ante los avances y descubrimientos culturales. Más aún si una
tradición, o creencia indemostrable es motivo de guerra. Y sin comerlo ni beberlo nos plantamos en el
último tema a comentar, tratado en el libro.
La
guerra: inexplicable, a mis ojos. Ya lo indiqué en la entrega anterior de esta
apasionante serie de críticas literarias; “no hay nada en este mundo por lo que
morir o matar”. Y sin embargo no salgo de mi estupor con cada ejemplo que va
comentando el autor. Cada cual más descabellado que el anterior. Pero la
justificación que más gracia me ha hecho, con diferencia, es la del sexo.
Tribus que entran en guerra por conseguir más mujeres y luego maltratarlas. Y
cuanto más las maltratan, más las quieren. Increíble. La cosificación al cubo.
La violencia innata del hombre.
¿Resultará
al final cierto que el hombre es un lobo para el hombre? Yo me inclino por
defender nuestra concepción como criaturas sociables por naturaleza, y lo digo
a sabiendas de los residuos xenófobos-fascistas que todavía tienen en su
rapadita cabeza algunos colegas cogeneracionales. La violencia y la guerra de
hoy, que por favor no me toque vivirla, son casi más absurdas que las del
pasado. ¿¡ Dónde está, caballeros, el arte de la palabra!? “… Mi grito sonó
frío y hueco en la voz del eco. Aquel lugar estaba vacío de mentes fértiles con
las que razonar, de las que aprender. Allí sólo había gente”.
Y lo peor, lo que más me fastidia de todo, es
que cuando más ha evolucionado el hombre, siempre ha sido cuando estaba en
guerra. La mente del hombre se encuentra en su salsa para idear y crear con
objeto de destruir. De hecho la guerra actual ha hecho evolucionar al hombre
hasta tal punto que, o se eliminan las armas nucleares o la guerra; pues si no,
sólo queda algo por eliminar: al hombre. ¿Qué es entonces, de la mujer y su
papel en la historia del ser humano, historia patriarcal y machista hasta el
punto de que se le otorgó a una entidad como es Dios, el sexo del macho?
Para terminar la entrega presente citaré una
frase del libro comentado, que me ha llamado especialmente la atención: ” La
liberación de la mujer en el mundo actual depende de la eliminación de la
policía y la fuerza militar, como consecuencia de su existencia innecesaria
(por la no-violencia ni imposición física del hombre) y no por la existencia de
técnicas bélicas perfeccionadas que no necesitan la fuerza física.”
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