EL POEMA DE GILGAMESH


Según avanzamos cronológicamente, surgen nuevos y sorprendentes testimonios escritos del hombre antiguo, que nosotros, ávidos de conocimiento y saber, devoramos en una orgía de incomprensión cultural contemporánea a la obra. Hablo pues, de la cuarta entrega de esta apasionante saga de autopsias de documentos histórico-literarios; “El poema de Gilgamesh”, que más que un cuento de hadas, es una ensalada de fragmentos líricos que hacen referencia a una misma fábula, sin ningún, ningún ánimo de lucro. No es literariamente inteligible, incluso, como imparcial y ausente espectador que uno es, atrevería a aventurar que no tiene ni pies ni cabeza. 

Pero justo eso, es lo que engrosa su trascendencia histórico-cultural: La desesperanza y tal vez desilusión ante los diversos cortes del texto, por la pérdida e inexistencia de varios, sino muchos, versos de esta enigmática obra. Y lo borroso de la antigüedad le despierta a uno el espíritu arqueológico (¿Quién no ha soñado con ser Indiana Jones?). […] [El texto mutilado impide conocer la valiosa información contenida en el párrafo intermedio]

            El poema de Gilgamesh, es la recopilación de todos los fragmentos (babilonios, sirios, arcadios…) existentes de una misma leyenda mesopotámica, siendo aún así, muy incompleta y con frecuentes lagunas de contenido calienta molleras. Pero lo importante, a mi parecer, en este arcaico documento, no es su contenido literario; sino su longevidad y testimonio escrito (lo cual lo caracteriza casi de único) de la sociedad humana hace centenares de años. Podríamos decir que, además de un poco incoherente, su lectura resulta ser un curioso privilegio didáctico.         [Sigue una laguna de 2 párrafos]

            […] Gilgamesh resulta ser una importantísima figura del mundo mesopotámico, un gran rey que influiría seriamente en el concepto de “héroe” que veríamos posteriormente, tanto en literatura como en los cronológicamente posteriores medios artísticos. Y además una forma de avivar en el pueblo la devoción al monarca y señor (hijo directo de Dios, que no él mismo), así como la grandeza del lugar en el que vive. “Uruk la amurallada” (que suena más a cómic de “Conan” que a realidad histórica), inalcanzable por los impuros, donde habita aquel que mueve  montañas y habla con los animales. Vemos pues caracteres que se desarrollarían posteriormente en protagonistas de obras como “el poema del mío Cid”,  por ejemplo, en el gran protagonismo que se le otorga a las armas. Gilgamesh posee varios inmensos machetes de oro, y el Cid, aquellas dos espadas con nombre, que cada vez que eran desenvainadas iluminaban las praderas enteras. Y queda patente de dónde mamaron las novelas de caballería: lugares exóticos, ensalzamiento de las armas, nombres que denotaban valor y honor…. 

Pues bien; es aquí cuando nos quitamos el sombrero ante la inconmensurable genialidad de D.Miguel de Cervantes, con su tierno e irónico “Don Quijote de la Mancha”, que rompía con el mejor de los sarcasmos todas las cualidades del estereotipo de héroe, ya establecido en la figura de Gilgamesh. (Nombre de pueblerino, armamento inútil, el escenario es Castilla…Aunque parezca mentira, D.Quijote de la mancha era una novela cómica que ridiculizaba el género en auge de la época. Vamos, que era la juerga padre, y no la primera novela moderna de la historia ni una pieza clásica de la literatura; además de ser el héroe del pueblo español)   Es pues imprescindible destacar   [el resto es irrecuperable, por el penoso estado del documento original]

            Hemos de fijarnos también en la grandiosidad de los peligros que salva el heroico rey, como el mounstruo Humbala, sólo comparable a Gozzila, demostrándose de nuevo que la grandeza del guerrero se mide por el tamaño de sus enemigos derrotados, o victorias. Así mismo, otro detalle que esta leyenda toma del mundo clásico, será el diálogo directo con los dioses, y el continuo giro argumental (por llamarlo de algún modo), que la historia sufre gracias a premoniciones que el protagonista tiene en sueños. Y curioso es sin duda el continuo uso de la fórmula “abrió la boca y dijo…”, como si de un cómic se tratase y los personajes hablaran con “bocadillos”. Casi te imaginas la boca abierta y el rótulo saliendo de su interior (de hecho, y sino recuerdo mal, esto sucede en alguna ilustración bíblica, en la que los ángeles casi “vomitan” la anunciación a los pastores).

[Faltan varias frases al final de este fragmento del artículo, cuya continuidad hemos debido alterar para incorporar un párrafo procedente de otras fuentes de información.]
Prosiguiendo con las influencias helénicas, vemos escenas en las que  el protagonista se transforma en pájaro, tal y como soñó el personaje Lucio de “El asno de oro”; o distintas comparaciones con el gran e indiscutible Ulises de “La Odisea”, en cuanto a la astucia y valentía ante los diversos contratiempos que se interponen a sus destinos.                    [Laguna de frases irrecuperables.]

            Pero Gilgamesh se verá acompañado en sus aventuras y desventuras, cuales Don Quijote y Sancho Panza, por Enkidu, que comienza siendo un rival de igual destreza, para acabar asumiendo el papel de amigo inseparable, sino hermano, del gran Gilgamesh. Y este personaje será fundamental en la transformación de Gilgamesh, como lo fue la quijotización del bueno de Sancho, para que el herrante caballero recuperara su cordura antes de morir.
Y tras bucear en las aguas superficiales que enmascaran el genuino trasfondo de esta obra, pasamos a desenmascarar el tema que trata la fábula de Gilgamesh, y cómo un personaje secundario como es Enkidu, cambia totalmente el concepto del protagonista sobre sí mismo y su filosofía.

            Todo comienza cuando, inesperadamente, Enkidu, enferma y muere. Gilgamesh se había tenido hasta entonces como la fuerza de la naturaleza, caminando entre los dioses, casi como un inmortal. Y derrepente, su mejor amigo, aquel que más se le parece, muere. Aquí es cuando se destapa el trasfondo de la pieza: la muy humana obsesión por la muerte, y lo que viene después. Se transformará en un alma en bagaje, expresando el anhelo del ser humano de sobrevivir a la muerte, hasta el punto de obsesión, que llegará a preguntarle en sueños a su amigo muerto, cómo es el más allá y cómo se encuentran las almas de los que murieron en la guerra, en el hogar, solos, en pena, a manos de un amigo, enemigo, tribunal….Para terminar sin desenlazarse (o al menos no nos queda constancia física o traducible) la obra con alguna moraleja o decisión-monólogo de Gilgamesh. Sencillamente sacia su necesidad de conocer lo que todo hombre mortal ha querido conocer, con mayor o menor grado de obsesión: qué será después del último aliento.

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