La Paleotelevisión es
admirada, desde la perspectiva actual, como un conjunto de circunstancias que
engloban tanto elementos históricos como políticos. La coyuntura social y
tecnológica ha condicionado unos contenidos que persiguen llegar a un universo
indiferenciado, es decir, a una masa tan homogénea como se pueda. La evolución
tecnológica, sin embargo, ha permitido la diversificación de contenidos.
El
paso de un modelo de contenidos indiferenciados o “Broadcastig” a otro
temático, fragmentado o especializado, también denominado “Narrowcasting” ha
sido paulatino y no concluyente. Ambos modelos, hoy a la expectativa y en
convivencia, buscan ya la interactividad y los nuevos servicios que un feedback
considerable pueden aportar. La diversidad de gustos, no ha invalidado el
modelo inicial, es más, en algunos sentidos, ese afán de alcanzar al conjunto
homogéneo ha perdurado bajo otras formas menos comprometidas por las
directrices pedagógicas iniciales y más por las productoras de publicidad y la creación de contenidos ligados a marcas.
El primer ejemplo que aprovechamos para esclarecer algunas
cuestiones es: “Belphegor; el fantasma del Loubre” (1965) de la ORTF (Francia).
Serie de 4 episodios en blanco y negro, filmado en soporte cinematográfico.
Basado en una película muda, se repuso, dado su tremendo éxito, en 1968 y en 1985.
Cercano a la concepción de las novelas por entregas, esta cuidada producción
alcanza calidades de cine, tanto en lo referente al guión como a la
planificación visual. Una presentación amplia y atractiva, garantiza la
adhesión de multitud de espectadores en busca de un entretenimiento concreto.
Los créditos iniciales, sin acción alguna de fondo, es algo impensable hoy en
día, pero no en la década de los sesenta, con un público más paciente y sin
otra oferta. Espectadores que buscaban y comprendían la narrativa clásica y la
calidad elaborada a lo largo de un desarrollo constante. La iluminación de
reminiscencias expresionistas, concuerda con la temática que plantea fuera de
estudios y de iluminaciones uniformes. A todos los efectos es una película
extendida gracias al formato de los capítulos, lo cual refleja la inversión que
podía permitirse una institución que copara toda la demanda de un mercado
pujante.
“Arriba y abajo” (1970) de la BBC (Inglaterra) refleja la
época edouardiana en 68 capítulos de una hora de duración. Más de cincuenta
personajes y unos guiones muy cuidados, superan expectativas de calidad bajo
una inversión y recursos considerables. La decoración, el vestuario y especialmente la
interpretación, emanan un fuerte tono teatral, que junto a colores apagados y
grises conforman una atmósfera ajustada al contenido.
La serie refleja
jerarquías sociales de las que aún quedan reminiscencias, lo cual, resulta
fuertemente atractivo para un público de edad madura e incluso tercera edad. El
gusto por la superación de represiones, derivados del estatus social, es un
tema recurrente por efectivo como ya demostró Ibsen. Es, en gran medida, la simulación
de un documento de la época y por tanto enseña, pero la historia es atractiva y
seduce en todo momento al espectador.
Con “La vida de Leonardo DaVinci” (1971) la RAI y RTVE
entre otras, consiguieron un producto bajo soporte de 35mm que alcanzaba cotas
de altísimo acabado. Esta serie de cinco capítulos reconstruye una época,
sin olvidar las nuevas técnicas narrativas que ya en la década de los 70
comenzaban a adquirir cierto peso. Al romper la distancia con el espectador
(mirando a cámara y hablando con él) destruye la ilusión de verosimilitud. Este
recurso, aunque se plantea con educación, no puede resultar más que artificial,
forzado e incluso teatral, efecto potenciado por el desfase estético y social
que representa.
Es sin duda, estandarte de la vertiente educacional de la
Paleotelevisión. Casi a modo de documental ilustrativo, sin perder de vista el
afán de entretener, se basa en documentos fehacientes apoyados en recursos
novedosos que ofrezcan nuevas formas atractivas. La proyección internacional, pretendía
ofrecer una imagen tanto de los canales como del propio producto, lo cual
suponía cierto grado de legitimidad en estos últimos años de monopolio. En el
orden internacional, la venta de productos de está índole, suponía ya el
acatamiento de las pautas de mercado y libertad de empresa, premonitorios de lo
que supondría la liberalización controlada de creación empresarial.
El régimen de monopolio en el que la Paleotelevisión
operaba, le permitía no solo la selección de un horario apropiado en el que
ofrecer los espacios destacados, sino el privilegio de buscar un corte cultural
de finalidad pedagógica. La determinación de la franja horaria de mayor
importancia por parte del único operador en servicio, permite la convergencia
de recursos en un espacio concreto de calidad, por tanto, superior.
La garantía de llegada al máximo público venía acompañada de
ciertas consecuencias. Antropológicamente, el rito televisivo conformaba unas
características muy cercanas al fenómeno cinematográfico, conformando una
atención mucho más centrada, dentro de un discurso narrativo fuertemente
clásico. La rigidez en las formas y un trato distanciado, producían géneros
claramente definidos y en el caso de existir varios canales, antes que
competencia se daba la complementariedad. Ya fueran programas propios u otros
adquiridos, la programación era simple y efectiva.
Pese a las diferentes nacionalidades de cada producción, si
podemos encontrar pautas comunes, elementos recurrentes y sobre todo ideales
parejos en la Europa de la Paleotelevisión. Sin hablar de Estados Unidos y su
televisión, ya gestada como empresa privada, en Europa se ha entendido su
capacidad de influencia como una herramienta a cuestionar y encauzar. Como
servicio público, hoy en día, los canales públicos plantean un serio dilema,
que antaño quedaba barrido por la máxima; “Formar, informar y entretener”
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